Per merche500 – 09/11/2015
Lo que más le gusta a Rosaura eran las rosas, de todos los colores.
Su padre, un zar de un país muy lejano, hacía traer de lugares más cálidos esa flor tan apreciada por su hija para contentarla.
En el reino nevado nunca podría crecer nunca una flor tan delicada y hermosa.
Ordenaba a los sirvientes que nada más llegarán esas flores a palacio, cortaran todas y cada una de las espinas que había en sus tallos, para no dañar a Rosaura.
Cuando la princesa paseaba por los jardines, como cada día, se colocaba una rosa que conjuntada con su vestido y engalanaba su brazo con un brazalete anudado donde la colocaba.
Un día sin querer, se agarró delicadamente la muñeca, apretando sus delicados pétalos para que quedara su perfume impreso en su mano, cuando algo le pincho y un hilo de sangre marchó la nieve blanca.
Los sirvientes después de llevar a palacio a la princesa que estaba herida, le explicaron al zar la torpeza de la persona encargada de la labor, al dejar una espina en el tallo.
El zar se enfadó tanto que mandó apresar a aquella desconsiderada y mandó que la fusilaran en el lugar del accidente.
La joven Rosaura lloró toda la noche y decidió hablar con su padre, pero fue en vano.
Al amanecer todo estaba preparado y Rosaura se armó de valor y cogió una rosa de la cocina sin pulir.
Cuando llegó, estaban apuntando a la mujer con unas ballestas bien cargadas y le dijo a su padre:
—No tienes que temer, no me ha dañado la rosa sino tú, padre, por protegerme tanto no sabía que tenían espinas, ahora lo sé y tomo cuidado.
El rey decidió dejar libre del fusilamiento a la presa y del deber de quitar las espinas a las rosas.
No se sabe cómo sucedió tal milagro, ya que en aquel lugar albino broto un rosal que fue protegido por el castillo como el bien más preciado.
Dice la leyenda que la sangre de la joven princesa Rosaura y la espina que se había formado un Tallo resistente y ni siquiera la tierra helada podría destruir.